Este mito es muy romántico y nos ayuda a pensar en:

LA MAGIA DEL AMOR

Dulcinea, la diosa del amor, era una joven muchacha que vivía en Venecia, a quien le encantaba bailar y cantar. Era muy feliz, pero lo único que le faltaba en su vida, era una compañía con quien pasar sus bellas tardes, que esté con ella, que la escuche, que la aconseje.


Un buen día de otoño, mientas paseaba en el parque mirando el bello paisaje, encontró a un joven sentado en un banco mirando hacia el horizonte, aparentando tristeza en su rostro.

Asombrada, sin saber qué hacer, se dirigió hacia ese muchacho y con un tono muy leve de voz le preguntó:

“Oye muchacho de ojos azules, que le anda pasando?”

“Nada- le contestó el chico – no me siento bien, y vine a despabilarme al parque”-

Y de pronto, una lagrima salió de sus ojos. Dulcinea se empezó a preocupar. Su conciencia le decía que debía ayudarlo, y sin pensarlo dos veces, lo invitó a su casa, lo cual lo ayudó a resolver todos sus problemas, y como si fuera poco, quedaron en verse al día siguiente.

Pasaron los días, se hicieron muy grandes amigos, hasta que un cierto día se dio cuenta que no sólo lo que sentía por el era una amistad profunda, sino que había algo mas. No entendía qué era, esa sensación que no se puede explicar con palabras, esas ganas de estar todo el tiempo con el, esas cosquillitas en la panza cuando la abraza. No le quedo otro remedio que contarle lo que le pasaba a su amigo, la única persona que tenía a su lado y le contaba absolutamente todo. Al comentárselo a Romeo, él sin responderle ni acotar una sola palabra se acercó a ella, tomo de sus manos y apoyó sus labios sobre los de ella y suavemente comenzó a besarla.

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